La legitimación de la violencia constituye un elemento característico de la articulación de todos los modelos –y contramodelos– políticos y sus correspondientes construcciones ideológicas a lo largo de la historia, con independencia de su complejidad, capacidad de desarrollo, expansión o ruina. En ese ámbito, la religión, sobre todo cuando ha sido entendida como un valor absoluto e innegociable, y lo ha sido casi siempre, se ha convertido en instrumento de primer nivel en muchos de los planteamientos justificativos de las acciones bélicas, en el diseño del imaginario del enemigo, en la generación de sistemas teóricos de respuesta a la amenaza o de construcción de la misma, en la creación de estereotipos rechazables por su propia divergencia espiritual o en la redefinición de la identidad del “otro” y de su necesidad de destrucción.

Publicado: 2016-01-04